El local estaba lleno. No cabía ni un alma. Apenas podías estar en pie y la nausea regresaba. Sabías por qué tenías esa pena,  pero el publico no. Solo querían escuchar tu voz de blues y de alcohol.No tenían ni la más remota idea de tu infierno, de los golpes, de la heroina que escondiste bajo la cama. El micrófono parece una serpiente que se burla de tu desgracia. El pianista te mira asustado y no sabe si empezar o ayudarte a tenerte en pie. Miras a todos y respiras con desgano, y el bajo empieza lento. El piano hace los compases de rigor, y la luz te envuelve y eres tú, solamente tú, al diablo con lo demás. La Diosa eres tú.