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sábado, 7 de junio de 2014

Alguna vez estuve en la Pampa de la Quinua, lugar desierto, apacible, ovejas, verde y algunos ambulantes recelosos. Pero hace casi doscientos años atras hubo muerte, soldados atravezados por sables, caballos que no sabían por qué tenían que morir ese día, y soldados enfrentados en una sinfonía de fuego, gritos y sangre. Cerré los ojos y sentí el fin del mundo, las manos aferradas al suelo, las banderas destrozadas, los ojos sin vida, el humo , la pólvora y las espadas.Hasta al mismo diablo en éxtasis. Las ovejas me hacen saber que eso ya no existe, que solo hay ecos, que son el suelo, y un monumento  espartano, quienes guardan los recuerdos.

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